sábado, 29 de enero de 2011

Un recorrido por la historia de María Pacheco, la líder comunera


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viernes, 28 de enero de 2011

Receta de vida

Un buen día comienza con el sonar del despertador. Aún medio sumergidos en sueños, lo apagamos sin saber si es la alarma de un reloj o el timbre de nuestro castillo de naipes que se desmorona con la luz que entra por las cortinas. Nos levantamos, sin estar seguros de si lo hacemos con el pie derecho o con el izquierdo, y nos dirigimos al baño. Hacemos nuestras necesidades matinales, nos enjuagamos bien la cara con agua fría y somos conscientes de un nuevo día: uno más en nuestra querida rutina.

Pero, ¡ojo! Una rutina puede ser muy divertida si uno se lo propone. La clave está en ponerle color a los días. Con una pizca de buen humor y una linda sonrisa todo puede ser más llevadero. Hasta un optimista sabe que la vida no es color de rosas, pero tampoco es gris. Sino, multicolor. La vida puede ser azul un día, verde el otro y, porqué no, violeta incluso. Es una crónica que refleja el círculo cromático de nuestra paleta. Pintamos con brocha gorda nuestro devenir.

El afecto que regalamos al entorno nos es retribuido, es parte de un equilibrio. Y es que "cada uno da lo que recibe", como dice Jorge Drexler. En esta vorágine en la que nos movemos el buen ánimo no pasa desapercibido y puede ser el mejor salvavidas. Simplemente, hay que sonreírle a la vida, aunque a veces nos toque el culo. La felicidad no nos pertenece y si aspiramos a ella debemos tenerla como horizonte, no como obligación. Y es que, a veces, el camino se disfruta más que la meta...

jueves, 27 de enero de 2011

Marylin Warhol


Andy Warhol, la figura más representativa del arte pop, empezó su carrera en torno a 1960, readaptando en grandes dimensiones viñetas de cómics norteamericanos. En seguida cambió sus temas y durante los años siguiente produjo importante series pictóricas con figuras muy reconocibles en el ámbito de la cultura de masas: Elvis Presley, la botella de Coca-Cola, Liz Taylor, la lata de la sopa Campbell, etc. Con todos estos trabajos alcanzó una súbita celebridad, convirtiéndose en el prototipo del artista mediático de la segunda mitad del siglo XX.

Dentro de sus trabajos destaca el Díptico Marylin (1962), obra constituida por dos grandes lienzos de las mismas dimensiones (208 x 145cm), que contienen cada uno veinticinco reproducciones del rostro de Marylin Monroe. No han sido pintados manualmente por el artista, sino impresos sobre el lienzo por el procedimiento serigráfico (la misma impronta sirvió para todos los retratos). Esta pieza forma parte de una larga serie de trabajos, en los que Warhol repitió el mismo rostro de la actriz en distintos formatos y con importantes variaciones cromáticas.

Una sensación de irrealidad y de artificialidad, reflejo del modo de vida americano, mecanizado y deshumanizado, invade esta obra. El díptico presenta un curioso contraste cromático: mientras que el panel izquierdo está brillantemente coloreado, el de la derecha ofrece las imágenes en negro de la actriz sobre un fondo plateado. Los cincuenta retratos dejan en la parte inferior una tira horizontal en blanco, sin ninguna clase de representación.

La redundancia iconográfica es un recurso típico de la publicidad, pero nunca se había empleado antes en la pintura del modo como lo hizo Warhol, quien evocaba a través de ella la difusión masiva y la producción de imágenes de consumo, es decir, de imágenes vacías de contenido por su propia multiplicación e inmediatez. Los medios banalizan la tragedia convertida en noticia y hacen de los personajes públicos clichés que actúan como máscaras que encubren el personaje real. Las imágenes no encarnan a seres ni objetos, sino que son reducidas a signos y, como tales, todas son reflejo de la sociedad de consumo, estereotipos icónicos que pueblan el entorno visual. La fotografía de Marylin utilizada en esta ocasión procede de la película Niagara, un hito en la carrera cinematográfica de su protagonista.

Los dípticos eran frecuentes en la pintura religiosa tradicional, de modo que adoptar esa disposición (y esa palabra) para una obra profana implicaba una cierta voluntad de sacralizar la representación. Marylin Monroe era, en efecto, la diosa más esplendorosa del panteón cinematográfico, y Warhol consideró lógico ofrecer su imagen repetida, con una reiteración que aúna la de los iconos religiosos (muy similares todos ellos) con las técnicas publicitarias contemporáneas. Cabe la posibilidad de interpretar el panel derecho como una evocación de las grisallas existentes en los polípticos bajomedievales, y la parte en blanco, debajo, como un equivalente de los bancos o predelas. Parece difícil, en fin, imaginar una sacralización de lo banal que supere estas series de Marylin concebidas por Andy Warhol.

El enigma de Dalí

El enigma sin fin es un lienzo pintado por Salvador Dalí en 1938, muy avanzada la guerra civil española, cuando ya se había hecho muy famoso un cuadro como Guernica. Aquel fue un momento de crisis ideológica para Dalí. Sus simpatías por el bando franquista contrastaban con la militancia republicana de los surrealistas y de todos sus antiguos amigos españoles. García Lorca, su compañero (y tal vez amante) de juventud, había sido asesinado por los insurgentes fascistas. Dalí renunciaba ahora a sus viejos ideales y decidía «camuflarse», haciendo de su cobardía un asunto artístico. No es casual que la contienda española y luego la Segunda Guerra Mundial acentuaran sus trabajos con la imagen múltiple.

Con Dalí se paso a la acción, la actividad onírica y el mundo del delirio se materializaron de forma tangible en el plano de la realidad, gracias a un sistema de trabajo que el pintor puso a punto, aprovechando de un modo peculiar las investigaciones del psiquiatra Lacan: el llamado «método paranoico-crítico», un método espontáneo basado en la asociación interpretativo-crítica de los fenómenos delirantes.

Al exponer El enigma sin fin en Nueva York en 1939 el pintor dibujó en el catálogo hasta seis imágenes o escenas diferentes, superpuestas en la misma representación, que era posible distinguir mediante un ejercicio «paranoico» de desciframiento consciente. El pintor identificó en su cuadro los siguientes elementos: playa del cabo de Creus con mujer sentada vista de espaldas remendando una vela y barco; filósofo recostado; cara del gran Cíclope cretino; galgo; mandolina, frutero con peras y dos figuras encima de una mesa; animal mitológico. Todas esas cosas están en un paisaje «mineral», una evocación del lejano Cadaqués. Utilizó aquí la habitual técnica relamida y minuciosa, típica de su estilo.


Se produce entonces una concatenación de las imágenes, de forma que de una escena se deriva a otra, existiendo diferentes niveles de visualización. Por ejemplo, las montañas del fondo se transforman en la figura de un filósofo pensando con la mano apoyada en la cara. Dalí plasma la ambigüedad en un cuadro lleno de sombras con una gama cromática muy oscura: verdes, donde la iluminación es totalmente irreal y anti-naturalista, y además nocturna, lo que ayuda a que el verismo de las imágenes se transforme en visión fantasmagórica irreal y no sepamos en que universo nos movemos.

Asimismo, esta obra encierra en sí misma diversos significados. El «cretino» es, en realidad, un retrato disimulado de Federico García Lorca: al colocarlo debajo del galgo bien pudo aludir Dalí a Un perro andaluz, la película cuyo guión había escrito en 1929 con Luis Buñuel. El cuadro es una obra maestra en la aplicación del «método paranoico-crítico» (la imagen múltiple), pero también supone una especie de insulto privado a su amigo más querido, algo así como un escupitajo sobre su tumba. Se diría que el pintor catalán escenificó en El enigma sin fin una especie de ruptura con su pasado «revolucionario», afirmando a su manera que no habría ya para él otro ideal que no fuese su amor por Gala, cuyo rostro aparece a la derecha, mirándonos intensamente, como si flotara sobre el mar.

Dalí no se desprendió de este cuadro, que ha pasado al Estado español por legación testamentaria, encontrándose ahora en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía de Madrid.

Wright y la Casa de la Cascada


El concepto orgánico de la arquitectura wrigthiana se traduce en una verdadera arquitectura de expansión centrífuga, en la que los espacios se generan desde dentro hacia afuera. Un ejemplo magnífico es la llamada Casa de la Cascada.

Wright recibe el encargo de esta obra en 1934 para Edgar Kaufmann, director de una gran tienda en Pittsburg. Se construye en Bear Run, en un paisaje rocoso, vegetal, y surtido de manantiales. La denominada Casa de la Cascada se termina en 1937 y es, desde entonces, una de las piezas claves para comprender no solo a Wright sino a toda la arquitectura del siglo XX.

En ella la continuidad del espacio es un problema que está claramente resuelto, ya que los juegos de grandes planos horizontales de hormigón juegan contra los muros verticales de piedra, pero sin llevar nunca a construir una caja al modo racionalista. Todos los ángulos interiores están disueltos con vidrios y evitan así la cerrazón a la que obliga un diedro de obra opaca. La intercomunicación de los espacios interno y externo queda, así, asegurada. En la Casa de la Cascada la vista se pierde desde el interior al exterior sin solución de continuidad.

La casa se diseña en tres plantas escalonadas, de las cuales la inferior ocupa una gran sala de estar asentada sobre una roca que emerge del suelo para convertirse en base de la chimenea. Una gran terraza de hormigón vuela sobre la cascada, integrándola de un modo espacial en propia vivienda. El piso superior lanza otra terraza cuyo eje forma 90º con la de abajo, sobresaliendo de ella una parte. De este modo sirve para techo y refugio de la inferior, pero al no ocultarla del todo no impide que en una zona de esta el sol sea permanente.

En este recio juego de volúmenes ortogonales se ha creído ver una influencia del estilo racionalista europeo, pero lo que en Le Corbusier era juego volumétrico de valor más bien escultórico, en Wright es pura expansión de espacios interiores. Finalmente para este arquitecto las paredes tienen la esencial misión de dirigir el espacio hacia afuera.

Heredero de la tradición americana de casas de campo en forma de cruz, de carácter centrífugo, basa en esa idea sus primeras viviendas individuales, pero en la Casa de la Cascada desaparece todo vestigio de planta cruciforme, resultando inútil tratar de encontrar en ella cualquier estructura reguladora. La libertad de planta de cada piso es absoluta e independiente y se diseñan en función de las necesidades individuales.

La Casa de la Cascada es, por otra parte, un maravilloso prodigio de aventura técnica. Aprovecha al máximo las innovaciones arquitectónicas que permitían los nuevos materiales, lo cual era constante en los edificios diseñados por Wright. Con la Casa de la Cascada, integrando la naturaleza en toda la vivienda, se cierra una cierta visión romántica de la casa, pero se abre una nueva dimensión espacio-temporal para el refugio del hombre.

Desilusiones cibernéticas

Internet es el todopoderoso protagonista de nuestros días. El mundo ya no es el mismo después de que la World Wide Web invadió nuestros hogares. No hay vuelta atrás posible. La vida de millones depende de ella, aunque aún hay muchos que sobreviven sin conocerla. En fin.

Internet nos abrió un universo alternativo, un mundo de posibilidades y ofertas increíbles. Pero también, un mundo de desilusiones, y me refiero al término de forma literal. La magia de los secretos ha sido desvelada. Google es la herramienta ideal para encontrar cualquier cosa, incluso tesoros antes guardados bajo siete llaves.

Ya nada puede protegerse. Los hackers son un ejemplo a gran escala, al igual que Wikileaks. Pero yo me refiero a las pequeñas ilusiones, no a los secretos de estado. Los magos saben lo que sugiero. El mago enmascarado, famoso por colgar sus vídeos "develadores" en Internet, es considerado traidor por mucho de ellos. Los trucos pierden su gracia, la magia no es tal y la inocencia se pierde. La euforia por conocer el enigma desaparece pronto y perdemos el interés. Lo mismo sucede con los videojuegos o los acertijos del abuelo.

Pero lo peor lo viví esta tarde y todavía intento superarlo. Después de horas, años y decenios intentando develar el misterio del mítico cubo Rubik, Google me dio la respuesta en tan solo 13 segundos. Lo dicho: tocamos fondo.


Mujeres que hicieron historia


La princesa de Éboli (Cifuentes, 1540- Pastrana, 1592).

En palabras de la escritora María Teresa Álvarez, La princesa de Éboli fue la mujer más controvertida y envidiada de su tiempo. Una de las más hermosas perdió un ojo practicando esgrima por lo que siempre aparecerá retratada con un parche dando imagen de enigmática dama.

Ana de Mendoza era hija de los condes de Cifuentes. Su matrimonio con Ruy Gómez la acercó al monarca de la época, Felipe II. Ana vivía plenamente integrada en los avatares de la corte siendo además íntima amiga de la reina consorte, Isabel de Valois. Rodeada de sus hijos, la protección de su marido y los lujos de la corte su situación dará un cambio drástico al fallecer su marido en el año 1573.

Ingresó en el convento de Pastrana dentro del cual, debido a temperamental caracter tuvo algunas discusiones con las monjas, motivo por el cual, se trasladó a otra Comunidad religiosa en Toledo. Posteriormente regresaría a tomar las riendas de su casa a Madrid. Su presencia en la capital no fue vista con bueno ojos por los colaboradores del rey. Ana de Mendoza se había convertido en la mujer fatal del reinado de Felipe II tras desatar su seducción con el secretario de su majestad, Antonio Pérez para ejercer influencias.
El secretario Juan de Escobedo había llegado de Flandes entrevistándose con Antonio Pérez, amante de la princesa de Éboli y descubriendo el engaño.

Escobedo fue encontrado muerto en un callejón de Madrid. Dieciséis meses después eran detenidos la princesa de Éboli y Pérez. ¿La razón?
Unas supuestas copias de documentos secretos que guardaba el antiguo secretario y la sospecha de que, Ana de Mendoza se había atrevido a conspirar contra el rey de la corona portuguesa.

Un toque de canela


En esta aromática película de cine, el director griego Tassos Boulmetis nos acerca a un mundo secreto de pequeñas cosas que endulzan nuestra vida.
Es la historia de Fanis Iakovidis un conocido profesor de astrofísica que vive en Grecia y que disfruta mezclando sus clases de planetas con las especias que le recuerdan a su Estambul natal, donde su abuelo, ya enfermo, tenía una tienda de olores y sabores turcos.
Así, para Iakovidis, Mercurio es la pimienta. Ambos desprenden calor. La Tierra es la sal del mar y de la vida, y Venus es la dulce canela. Canela para las albóndigas, canela para los postres y canela para endulzar las relaciones familiares.
Los diplomáticos turcos acuden a la vieja tienda de su abuelo en busca de consejo en sus relaciones con los griegos y el pequeño Fanis Iakovidis desde el desván aprende todas las recetas con canela que endulzan las relaciones diplomáticas.
Él cocinará para su amiga Saminé y ella, bailará para él.
Cuando los turcos expulsan a su padre (griego) de Estambul. Su madre y él le acompañarán hasta Grecia y crecerá en un lugar en el que se siente como un extraño y que no le permite continuar con lo que más endulza su vida: la cocina.

jueves, 20 de enero de 2011

Noche estrellada



Vicent Van Gogh es uno de los pintores más reconocidos en el panorama actual. Sin embargo, él y otros tantos artistas no fueron apreciados y mucho menos admirados en la época histórica que les tocó vivir.
Van Gogh fue uno de tantos muchos artistas que no conoció el éxito en vida. Ha sido recordado por capítulos dolorosos como su relación con la prostituta Sien, con la que convivió un año y que le sirvió de modelo para numerosos retratos; o por su relación de admiración-odio con el pintor Gauguin, a quien regaló su cuadro Los Girasoles.
Ayudado financieramente por su hermano Theo, han pervivido más de ochenta cartas que se escribieron a lo largo de su vida además de los casi 900 cuadros que nos legó el artista, muchos de ellos gracias al apoyo de su hermano.
Su Noche Estrellada es hoy, sin lugar a dudas su cuadro más reconocido a nivel internacional. Al final de su vida, enfermo y recluido en un sanatorio,Van Gogh se dedicó a pintar paisajes ensoñadores y melancólicos que evocaban los momentos más felices de su vida.
De esta etapa, su noche estrellada.


¿A qué huele Irán?


La escritora catalana Ana María Briongos, incansable viajera por el lejano oriente describe en su último libro Irán, cuadernos de viaje un país asociado a un color: el negro. Negro por su famoso caviar, negro por el chador de sus mujeres y negro por el color del petróleo. Esto es Irán. El antiguo Imperio Persa.
El color negro está siempre presente en los medios de comunicación occidentales. Irán es también un país de colores. Increibles colores brillantes. Y estos colores, tan sólo son capaces de percibirlos aquellos que alguna vez pasearon por sus bazares, acariciaron sus alfombras y contemplaron la majestuosa Soltaniyeh.
A.M Briongos también nos acerca a una realidad que no percibimos a través de las imágenes: los olores. ¿A qué huele Irán? Irán huele a té. Irán huele a hospitalidad. Irán huele a especias. Irán huele a tradición y a historia.
Pero sobre todo, hay que recordar que en el País de las Mil y una noches hay mil y un poetas. Irán también huele a poesía.

Islas Arain


¿Alguna vez has sentido deseos de viajar lejos y perderte en un mundo mágico de pueblos ancestrales, lenguas gaélicas, menhires vivientes y pescadores?



Las islas Arain, en Irlanda son un recóndito lugar donde apenas pasa el tiempo. Siguen igual que hace 100 años. Tal y como retrató en su película Robert J. Flaherty Los hombres de Arán, los pescadores se construyen sus propias canoas y salen cada amanecer a buscar su sustento mientras sus mujeres tejen jerseys de lana conocidos en la isla y los agricultores siembran en los propios acantilados usando las algas como abono. La dureza de la naturaleza, la supervivencia y las olas contra los acantilados son la viva imagen de este archipiélago irlandés situado junto a la bahía de Galdway.




Escucha el sonido verde y los instrumentos tradicionales irlandeses.


El Secreto de la Isla de las Focas

 
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